Sunday, October 26, 2008

Vigilias II



La mujer es la forma visible del mundo. Ella nos lo hace transparente, agudo, ferozmente lúcido. Lo reconocemos en su dulce avidez, en la ceguera terrible de sus entrañas, en el mover de sus miembros, su cuerpo todo, en un aire pesado y profundo: el aire de los primeros días. Ayer me sentía envuelto en tu atmósfera ardiente, y tu pelo nublaba, con una dorada pereza de cielo que se quema, sangre y ojos. Yo estaba desnudo, en la noche, junto a un gran árbol, muro del mundo. Y crecían de mi carne un gran silencio y un vaho poderoso. Y tu crecías de mí ¡Inocencia! Estábamos en el límite del mundo, en la frontera más sensible del globo, mudos; entonces entendí cómo son vanos toda lengua y todo hablar. Estábamos sobre la tierra y tú eras una alta flor nocturna, blanca, que atravesaba la noche como música transparente y líquida de una flauta. Desnudos. En el amor nos despojamos de todo, de las alas y de las palabras; su desnudez ligereza, que aire, cielo y agua. Esta es la poesía del principio, la poesía de la inmovilidad: nace la danza y nace el hombre, el hombrecillo el pensador. Pero estar callados, inmóviles, y oír cómo golpea la sangre, cómo golpean los ciegos minerales, cómo golpea la luz, y cómo contesta el pecho henchido al golpe del planeta que crece, es ser, anónimos, impersonales, eternos otra vez.


¿Quién conocerá los límites de la muerte? ¿Quién los del amor? ¿Qué línea, qué estrella los separa? Sus aguas se juntan en un solo sitio, más allá de todo tiempo; se confunden, se mezclan, y siempre, a través del amor, como una secreta e invisible presencia, escuchamos, palpamos la muerte. Ella es el contendio de todo amor y la única, asoladora paz. Pero la muerte no es el fin del amor, sino su condición, su entraña, y exigencia: la muerte sólo vive del amor y él sólo de ella. ¿Quién, al amar, no siente morir, ya como abandono, ya como avidez?

El amor nos sepulta en la nada; por él sabemos del vacío de la extinción de lo humano consciente en el terrible, inacabable fluir de la muerte. En el tumulto de la carne escuchamos siempre el poderoso silencio de los huesos y del morir que representan.


México 1935.

Octavio Paz.

Vigilias I


Pienso en la insatisfacción, verdadera amargura, que nos embarga después de todo intento de integración en la naturaleza no es más que el castigo de nuestra avidez. No estamos hechos para vivir en ella, como ella, sino con ella. El mundo se nos presenta como una forma, como un sutil equilibrio, o, desequilibrio de proporciones; pero nosotros no podemos vivir en su desnuda sencillez: queremos que signifique algo, que deje de ser una presencia, y se convierta en una representación. Que represente algo, no el puro movimiento o la sola inmovilidad sino un proceso - un progreso - o una eternidad. Vemos a la belleza, al mundo objetivo, con ojos fenicios. Tal es la doctrina del fin de la vida, del objeto de moverse en el cosmos, tan fielmente retratada en la gaya ciencia. Pero esta exigencia se nos aparece como una necesidad del hombre; consiste, en el fondo, en un deseo de seguridad, no en una desinteresada comprensión. Y esto es lo que nos impide ser formas, dichosas e ignorantes, en el mundo de las formas.

Somos, para siempre, los descontentos del universo. Los que siempre pedimos más. Jamás entenderemos su simplicidad y su fuerza, porque cuando lo intentamos lo reducimos a una seco, trunco sistema. ¡Qué alegre, abandonada desesperación será la que nos hunda en el fluir de las cosas, en el sueño de las raíces, en el clamor oprimido de las aguas! ¡Más allá de todo lo humano, en donde la sangre corre, ignorante de sí, bañando huesos ciegos, músculos hermosos! Y eso es la muerte, la reintegración al mundo de la célula, a la inmovilidad del polvo y a la oscuridad de los ríos.

México 1935.

Octavio Paz.

Monday, October 20, 2008

La poesía y la materia


La materia divide efectivamente lo que no era más que virtualmente múltiple y, en este sentido, la individuación es en parte la obra de la materia, en parte el efecto de lo que la vida lleva en sí. Así, de un sentimiento poético, que se explicita en estrofas distintas, en versos distintos, en palabras distintas, podrá decirse que contenía esta multiplicidad de elementos individuales y que, no obstante, es la materialidad del lenguaje quien la crea.
Pero a través de las palabras, los versos y las estrofas, corre la inspiración simple que es el todo del poema. Asi, entre los individuos disociados también circula la vida: por todas partes, la tendencia de individuación es combatida y al mismo tiempo concluida por una tendencia antagónica y complementaria a asociarse, como su la unidad múltiple de la vida, lanzada en el sentido de la multiplicidad, realizase tanto más esfuerzo para contraerse a sí misma. De ahí, en todo el dominio de la vida, una oscilación entre la individuación y la asociación.

H. Bergson

Sunday, October 19, 2008

Paz y París.


En 1951 vivía en París. Ocupaba un empleo modesto en la embajada de México. Había llegado hacía seis años, en diciembre de 1945; la medianía de mi posición explica que no se me hubiese enviado, al cabo de dos o tres años, como es la costumbre diplomática, a un puesto en otra ciudad. Mis superiores se habían olvidado de mí y yo, en mi interior, se los agradecía. Trataba de escribir y, sobre todo, exploraba esa ciudad que es tal vez el ejemplo más hermoso del genio de nuestra civilización: sólida sin pesadez, grande sin gigantismo, atada a la tierra pero con voluntad de vuelo. Una ciudad en donde la mesura rige con el mismo imperio, suave e inquebrantable, los excesos del cuerpo y los de la cabeza. En sus momentos más afortunados una plaza, una avenida, un conjunto de edificios, la tensión que la habita se resuelve en armonía. Placer para los ojos y para la mente. Exploración y reconocimiento: en mis paseos y caminatas descubría lugares y barrios desconocidos pero también reconocía otros, no vistos sino leídos en novelas y poemas. París era, para mí, una ciudad, más que inventada, reconstruida por la memoria y por la imaginación. Frecuentaba a unos pocos amigos y amigas franceses y de otras partes, en sus casas y, sobre todo, en cafés y bares. En París, como en otras ciudades latinas, se vive más en las calles que en las casas. Me unían a mis amigos afinidades artísticas e intelectuales. Vivía inmerso en la vida literaria de aquellos días, mezclada a ruidosos debates filosóficos y políticos. Pero mi secreta idea fija era la poesía: escribirla, pensarla, vivirla. Agitado por muchos pensamientos, emociones y sentimientos contrarios, vivía tan intensamente cada momento que nunca se me ocurrió que aquel género de vida pudiera cambiar. El futuro, es decir: lo inesperado, se había esfumado casi totalmente.

Saturday, October 4, 2008

El canto de la embriaguez


¡HOMBRE, AVIVA EL SESO!
¿Qué dice la profunda medianoche?
"He dormido, he dormido.
de un profundo sueño he despertado
el mundo es profundo, más profundo de lo
que pensaba el día.
profundo es su dolor y la alegría mas profunda que la pena
el dolor dice: ¡pasa!
pero toda alegría
quiere eternidad, ¡quiere profunda eternidad!"

Friedrich Nietzsche