Monday, December 15, 2008

Cuerpo a la vista



Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro
boca del horno donde se hacen las hostias.


Octavio Paz.
Libertad Bajo Palabra

Saturday, December 6, 2008

Altazor


Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio

Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra
humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad.


Vicente Huidobro
Fragmento de Altazor, Canto II

Thursday, November 27, 2008

La democracia en América


"Es necesaria una ciencia política nueva para un mundo enteramente nuevo"

Saturday, November 22, 2008

Harriet Taylor Mill


To the beloved and deplored memory of her who was the inspirer, and in part the author, of all that is best in my writings the friend and wife whose exalted sense of truth and right was my strongest incitement, and whose approbation was my chief reward. I dedicate this volume. Like all that I have written for many years, it belongs as much to her as to me; but the work as it stands has had, in a very insufficient degree, the inestimable advantage of her revision; some of the most important portions having been reserved for a more careful re-examination, which they are now never destined to receive. Were I but capable of interpreting to the world one half the great thoughts and noble feelings which are buried in her grave, I should be the medium of a greater benefit to it, than is ever likely to arise from anything that I can write, unprompted and unassited by her all but unrivalled wisdom

Wednesday, November 19, 2008

Amar ingenuamente.


Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.

Idea Vilariño

Thursday, November 13, 2008

El sometimiento al amor



Si un dios me dijera "vive sin amor", yo le suplicaría que alejara de mí tal orden: hasta ese punto la mujer es un mal agradable. Cuando he llegado a un aburrimiento total y ha menguado en mi espíritu el fuego de la pasión, me veo empujado por no sé qué torbellino de mi mente desgraciada. Como un caballo demasiado duro de boca arrastra al precipicio a su jinete que en vano sujeta el freno lleno de espuma, como un viento repentino arrastra a alta mar a una barca, cuando casi ya tomando tierra tocaba puerto, así me arrebata a mí muchas veces la brisa inconstante de Cupido, y el Amor vestido de púrpura vuelve a tomar las armas conocidas.
¡Dispara, niño, contra mí! Desnudo y sin armas me ofrezco a ti; aquí tienes tú fuerzas; aquí actúa tu diestra: hacia aquí llegan ya espontáneamente tus flechas, como si tú se lo hubieras mandado. Apenas su alijaba le es más conocida que yo.
Infeliz aquel que consiente en estar descansando la noche entera y llama al sueño su gran recompensa. Tonto, ¿qué es el sueño sino la imagen de la helada muerte? Ya te dará el destino tiempo ilimitado para que descanses.
A mí, que me engañen unas veces las palabras de mi traicionera amiga, y que otras me diga lindezas o me dirija reproches. Disfrute yo a menudo de mi dueña, a menudo retíreme rechazado. Es por tu culpa, Cupido, por lo que tu padrastro Marte es ambiguo: mueve tu padrastro sus armas a ejemplo tuyo. Tú eres ingrávido y mucho más obediente al viento que tus alas: y das y niegas los goces con incierta constancia. Pero si, en compañía de tu hermosa madre, escuchas mis ruegos, ejerce sobre mi corazón tu poder sin abandono. Sométanse a tu poder las mujeres, muchedumbre demasiado veleidosa: habrás de ser venerado así por ambas partes.


Publio Ovidio Nasón

Ovidio y sus mujeres.


No me atrevería yo a negar mis costumbres licenciosas ni a promover a causa de mis vicios una contienda basada en la mentira. Confieso mis faltas, si de algo sirve confesarlas. Ahora, después de haberlas confesado, vuelvo, loco de mí, a mis delitos. Lo odio, pero no puedo dejar de desear lo que odio. ¡Ay! ¡qué pesado es soportar aquello de lo que te esfuerzas por despojarte! Pues me faltan las fuerzas y la ley para gobernarme. Soy zarandeado como una barca arrastrada por la rápida corriente.
No es un determinado tipo de belleza el que provoca mi amor. Son cien los motivos para que yo siempre esté enamorado. Si hay alguna que baja hacia sí sus vergonzosos ojos, me abraso por ella y ese su pudor es para mi una asechanza; si hay alguna que sea atrevida, me veo cautivado por ella, porque no es pueblerina y promete ser inquieta en el blando colchón; si alguna me ha parecido desabrida, émula de las severas sabinas, pienso que me quiere pero que en el fondo lo disimula; si eres culta, me agradas por poseer tan insólitas cualidades; si eres ruda, me resultas placentera por tu sencillez. Hay una que dice que, al lado de los míos, los versos de Calímaco son rústicos: a la que le gusto, al momento ella también me gusta a mí; hay también una que me censura como poeta y que critica mis versos: quisiera tener debajo de mí muslo a la que me critica. Es sensual en sus andares: me cautiva su movimiento; otra es altiva: pero podría ablandarse al contacto con un hombre. A ésta, porque canta dulcemente y modula con facilidad su voz, quisiera darle besos furtivos mientras está cantando. Esta pulsa con su hábil pulgar las quejumbrosas cuerdas: ¿quién puede dejar de amar manos tan sabias? Esa me place por sus ademanes, mueve los brazos con ritmo y dobla su cadera delicada de modo sensual. Para callar sobre mí, que por cualquier motivo me veo seducido, pon al lado de ésa a Hipólito y se convertirá en Priapo. Tú como eres tan alta, te pareces a las antiguas heroínas y puedes abarcar el lecho entero cuando yazcas sobre él. Esta es manejable por lo pequeña que es; ambas me destrozan: se avienen con mi deseo tanto la alta como la baja. Si no se arregla, me imagino cuanto podría aumentar sus encantos si se arreglara. Va adornada: entonces es que exhibe sus propias cualidades. Me cautivará una muchacha de pálida tez, me cautivará una rubia. También en la tez morena hay un atractivo seductor. Si unos cabellos oscuros cuelgan sobre un cuello de color nieve, Leda fue digna de admiración por su cabellera negra. Si son rubios, también la Aurora estaba atractiva con sus cabellos azafranados. A todas las leyendas se adapta mi amor. La edad juvenil me atrae y me seduce la edad más madura: una destaca por su hermosura exterior, la otra por su modo de ser. En resumen, mi amor está al acecho de todas esas mujeres que gozan de prestigio en Roma entera.

Publio Ovidio Nasón

Sunday, October 26, 2008

Vigilias II



La mujer es la forma visible del mundo. Ella nos lo hace transparente, agudo, ferozmente lúcido. Lo reconocemos en su dulce avidez, en la ceguera terrible de sus entrañas, en el mover de sus miembros, su cuerpo todo, en un aire pesado y profundo: el aire de los primeros días. Ayer me sentía envuelto en tu atmósfera ardiente, y tu pelo nublaba, con una dorada pereza de cielo que se quema, sangre y ojos. Yo estaba desnudo, en la noche, junto a un gran árbol, muro del mundo. Y crecían de mi carne un gran silencio y un vaho poderoso. Y tu crecías de mí ¡Inocencia! Estábamos en el límite del mundo, en la frontera más sensible del globo, mudos; entonces entendí cómo son vanos toda lengua y todo hablar. Estábamos sobre la tierra y tú eras una alta flor nocturna, blanca, que atravesaba la noche como música transparente y líquida de una flauta. Desnudos. En el amor nos despojamos de todo, de las alas y de las palabras; su desnudez ligereza, que aire, cielo y agua. Esta es la poesía del principio, la poesía de la inmovilidad: nace la danza y nace el hombre, el hombrecillo el pensador. Pero estar callados, inmóviles, y oír cómo golpea la sangre, cómo golpean los ciegos minerales, cómo golpea la luz, y cómo contesta el pecho henchido al golpe del planeta que crece, es ser, anónimos, impersonales, eternos otra vez.


¿Quién conocerá los límites de la muerte? ¿Quién los del amor? ¿Qué línea, qué estrella los separa? Sus aguas se juntan en un solo sitio, más allá de todo tiempo; se confunden, se mezclan, y siempre, a través del amor, como una secreta e invisible presencia, escuchamos, palpamos la muerte. Ella es el contendio de todo amor y la única, asoladora paz. Pero la muerte no es el fin del amor, sino su condición, su entraña, y exigencia: la muerte sólo vive del amor y él sólo de ella. ¿Quién, al amar, no siente morir, ya como abandono, ya como avidez?

El amor nos sepulta en la nada; por él sabemos del vacío de la extinción de lo humano consciente en el terrible, inacabable fluir de la muerte. En el tumulto de la carne escuchamos siempre el poderoso silencio de los huesos y del morir que representan.


México 1935.

Octavio Paz.

Vigilias I


Pienso en la insatisfacción, verdadera amargura, que nos embarga después de todo intento de integración en la naturaleza no es más que el castigo de nuestra avidez. No estamos hechos para vivir en ella, como ella, sino con ella. El mundo se nos presenta como una forma, como un sutil equilibrio, o, desequilibrio de proporciones; pero nosotros no podemos vivir en su desnuda sencillez: queremos que signifique algo, que deje de ser una presencia, y se convierta en una representación. Que represente algo, no el puro movimiento o la sola inmovilidad sino un proceso - un progreso - o una eternidad. Vemos a la belleza, al mundo objetivo, con ojos fenicios. Tal es la doctrina del fin de la vida, del objeto de moverse en el cosmos, tan fielmente retratada en la gaya ciencia. Pero esta exigencia se nos aparece como una necesidad del hombre; consiste, en el fondo, en un deseo de seguridad, no en una desinteresada comprensión. Y esto es lo que nos impide ser formas, dichosas e ignorantes, en el mundo de las formas.

Somos, para siempre, los descontentos del universo. Los que siempre pedimos más. Jamás entenderemos su simplicidad y su fuerza, porque cuando lo intentamos lo reducimos a una seco, trunco sistema. ¡Qué alegre, abandonada desesperación será la que nos hunda en el fluir de las cosas, en el sueño de las raíces, en el clamor oprimido de las aguas! ¡Más allá de todo lo humano, en donde la sangre corre, ignorante de sí, bañando huesos ciegos, músculos hermosos! Y eso es la muerte, la reintegración al mundo de la célula, a la inmovilidad del polvo y a la oscuridad de los ríos.

México 1935.

Octavio Paz.

Monday, October 20, 2008

La poesía y la materia


La materia divide efectivamente lo que no era más que virtualmente múltiple y, en este sentido, la individuación es en parte la obra de la materia, en parte el efecto de lo que la vida lleva en sí. Así, de un sentimiento poético, que se explicita en estrofas distintas, en versos distintos, en palabras distintas, podrá decirse que contenía esta multiplicidad de elementos individuales y que, no obstante, es la materialidad del lenguaje quien la crea.
Pero a través de las palabras, los versos y las estrofas, corre la inspiración simple que es el todo del poema. Asi, entre los individuos disociados también circula la vida: por todas partes, la tendencia de individuación es combatida y al mismo tiempo concluida por una tendencia antagónica y complementaria a asociarse, como su la unidad múltiple de la vida, lanzada en el sentido de la multiplicidad, realizase tanto más esfuerzo para contraerse a sí misma. De ahí, en todo el dominio de la vida, una oscilación entre la individuación y la asociación.

H. Bergson

Sunday, October 19, 2008

Paz y París.


En 1951 vivía en París. Ocupaba un empleo modesto en la embajada de México. Había llegado hacía seis años, en diciembre de 1945; la medianía de mi posición explica que no se me hubiese enviado, al cabo de dos o tres años, como es la costumbre diplomática, a un puesto en otra ciudad. Mis superiores se habían olvidado de mí y yo, en mi interior, se los agradecía. Trataba de escribir y, sobre todo, exploraba esa ciudad que es tal vez el ejemplo más hermoso del genio de nuestra civilización: sólida sin pesadez, grande sin gigantismo, atada a la tierra pero con voluntad de vuelo. Una ciudad en donde la mesura rige con el mismo imperio, suave e inquebrantable, los excesos del cuerpo y los de la cabeza. En sus momentos más afortunados una plaza, una avenida, un conjunto de edificios, la tensión que la habita se resuelve en armonía. Placer para los ojos y para la mente. Exploración y reconocimiento: en mis paseos y caminatas descubría lugares y barrios desconocidos pero también reconocía otros, no vistos sino leídos en novelas y poemas. París era, para mí, una ciudad, más que inventada, reconstruida por la memoria y por la imaginación. Frecuentaba a unos pocos amigos y amigas franceses y de otras partes, en sus casas y, sobre todo, en cafés y bares. En París, como en otras ciudades latinas, se vive más en las calles que en las casas. Me unían a mis amigos afinidades artísticas e intelectuales. Vivía inmerso en la vida literaria de aquellos días, mezclada a ruidosos debates filosóficos y políticos. Pero mi secreta idea fija era la poesía: escribirla, pensarla, vivirla. Agitado por muchos pensamientos, emociones y sentimientos contrarios, vivía tan intensamente cada momento que nunca se me ocurrió que aquel género de vida pudiera cambiar. El futuro, es decir: lo inesperado, se había esfumado casi totalmente.

Saturday, October 4, 2008

El canto de la embriaguez


¡HOMBRE, AVIVA EL SESO!
¿Qué dice la profunda medianoche?
"He dormido, he dormido.
de un profundo sueño he despertado
el mundo es profundo, más profundo de lo
que pensaba el día.
profundo es su dolor y la alegría mas profunda que la pena
el dolor dice: ¡pasa!
pero toda alegría
quiere eternidad, ¡quiere profunda eternidad!"

Friedrich Nietzsche

Monday, September 29, 2008

Muerte Sin Fin


Los extremos que presiden a esta obra transparente y vertiginosa son Parménides y Heráclito. Dentro de la impresionante belleza formal de "Muerte sin Fin" está formulada una profunda angustia metafísica: racionalmente no hay esperanza. El movimiento es circular, estéril, repetitivo todo el proceso es un retorno a la verdadera muerte, la nada absoluta; la muerte sin fin es la verdadera vida.

Monday, September 15, 2008

Satisfacción y Felicidad


Un ser de facultades más elevadas necesita más para ser feliz; probablemente es capaz de sufrir más agudamente; y, con toda seguridad; ofrece más puntos de acceso al sufrimiento que uno de un tipo inferior; pero, a pesar de estas desventajas, nunca puede desear verdaderamente hundirse en lo que él considera un grado inferior de la existencia. Podremos dar la explicación que queramos de esta repugnancia; podremos atribuírla al orgullo, nombre que se aplica sin discernimiento alguno a los sentimientos más estimables y a algunos de los menos estimables de que es capaz la humanidad; podremos reducirla al amor de la libertad e independencia personal, que fue entre los estoicos uno de los medios más eficaces para inculcarla; podremos atribuírla al amor al poder o al amor a las excitaciones, los cuales realmente contribuyen y entran a formar parte de ella; pero su denominación más apropiada es el sentido de la dignidad, el cual es poseído, en una u otra forma, por todos los seres humanos, aunque no en exacta proporción con sus facultades más elevadas, y constituye una parte tan esencial de la felicidad de aquellos en quienes es fuerte, que nada que choque con él puede ser deseado por ellos, excepto momentáneamente. Todo el que supone que esta preferencia lleva consigo un sacrificio de felicidad - que el ser superior, en circunstancias proporcionalmente iguales, no es más feliz que el inferior- confunde las ideas bien distintias de felicidad y satisfacción. Es indiscutible que los seres cuya capacidad de gozar es baja, tienen mayores probabilidades de satisfacerla totalmente; y un ser dotado superiormente siempre sentirá que, tal como está constituida el mundo, toda la felicidad a que puede aspirar será imperfecta. Pero puede aprender a soportar sus imperfecciones, si son de algún modo soportables. Y éstas no le harán envidiar al que es inconsciente de ellas, a no ser que tampoco perciba el bien al cual afean dichas imperfecciones. Es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho, es mejor ser Sócrates insatisfecho, que un loco satisfecho. Y si el loco o el cerdo son de distinta opinión, es porque sólo conocen su propio lado de la cuestión. El otro extremo de la comparación conoce ambos lados. 

John Stuart Mill 

Friday, September 12, 2008

El "entre" de Villaurrutia


El entre no es un espacio sino lo que está entre un espacio y otro; tampoco es tiempo sino el momento que parpadea entre el antes y el después. El entre no está aquí ni es ahora. El entre no tiene cuerpo ni substancia. Su reino es el pueblo fantasmal de las antinomias y las paradojas. El entre dura lo que dura el relámpago. A su luz el hombre puede verse como el arco instantáneo que une al esto y al aquello sin unirlos realmente y sin ser ni el uno ni el otro o siendo ambos al mismo tiempo sin ser ninguno. El hombre: dormido despierto, llama fría, copo de sombra, eternidad puntual... El estado intermedio, que no es ni esto ni aquello pero que está entre esto y aquello, entre lo racional y lo irracional, la noche y el día, la vigilia y el sueño, la vida y la muerte ¿qué es?

El estado intermedio, en la poesía de Villaurrutia, designa un momento de extrema atención en el centro del abandono también más extremo: dormir con los ojos abiertos, ver con los ojos cerrados. El estado intermedio tiene otro nombre: agonía. También se llama: duda. ¿De que? Duda de ser pero también de no ser. El poeta duda, se mira en un espejo, se percibe como un reflejo, se ahoga en un resplandor. La duda es agonía: muerte y resurrección en un minuto largo como la creación, la destrucción de los mundos. El poeta es un fantasma y el eco de su grito al golpear contra el muro es un puño que golpea un pecho desierto, una página en blanco, un espejo empañado que se abre hacia una galería de ecos. No metáforas: visiones instantáneas del hombre entre las presencias y las ausencias. El entre: el hueco. Pausa universal, vacilación de las cosas entre lo que son y lo que van a ser.

El entre es el pliegue universal. El doblez que, al desdoblarse, revela no la unidad sino la dualidad, no la esencia sino la contradicción. El pliegue esconde entre sus hojas cerradas las dos caras del ser; el pliegue, al descubrir lo que oculta esconde lo que descubre; el pliegue al abrir sus dos alas, las cierra; el pliegue dice No cada vez que dice Sí; el pliegue es su dobles: su doble, su asesino, su complemento. El pliegue es lo que une a los opuestos sin jamás fundirlos, a igual distancia de la unidad y de la pluralidad. En la topología poética, la figura geométrica del pliegue representa al entre del lenguaje: al monstruo semántico que no es ni esto ni aquello, oscilación idéntica a la inmovilidad, vaivén congelado. El pleigue, al despelgarse, es el salto detenido antes de tocar la tierra ¿y al replegarse? El pliegue y el entre son dos de las formas que asume la pregunta que no tiene respuesta. La poesía de Villaurrutia se repliega en esa pregunta y se despliega entre las oposiciones que la sustentan:

¿Quién medirá el espacio, quén me dirá el momento
en que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma
el corazón inmóvil como la llama fría?
X.Villaurrutia.



Octavio Paz.

Monday, August 11, 2008

Poema de Amorosa Raíz


Antes que el viento fuera mar volcado
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantar el alma de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio

Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la esencia de Dios
antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azull no era el cielo ni rojas las hormigas
ya éramos tú y yo.

Alí Chumacero.

André Breton y México


"El acto surrealista más simple
consiste en bajar a la calle,
revólver en mano, y disparar
al azar tanto como se pueda
contra la multitud"

"Yo escribí esa frasecita
pensando en los guerrilleros
mexicanos y en el humor
negro que se manifiesta
en México en todas partes"

André Breton

Thursday, August 7, 2008

Amor y Poesía marginales


¿Podría usted dar una respuesta a la pregunta que hace en el laberinto: ¿Qué es lo que da sentido a nuestra presencia en la tierra? Por otra parte, ¿Ha encontrado México esa "forma" que desde hace siglos busca y combate a la vez?

OP: Comenzaré por la segunda pregunta: México no ha encontrado esa "forma". En el zapatismo había probablemente el gérmen de la respuesta. Pero otra vez se han superpuesto formas externas a nuestra realidad y se han aplastado a los gérmenes de salud que había en la revuelta zapatista. Evidentemente, en el campo de la creación poética y literaria sí, ahí hay expresiones que me devuelven la fe en la originalidad de México. En cuanto a saber "lo que da sentido a nuestra presencia en la tierra": me reconozco hombre no en la respuesta que podría dar ahora a esta pregunta sino en la pregunta misma. Esa pregunta, repetida desde el principio, desde Babilonia y aun antes, es lo que da sentido a nuestros afanes terrestres. No hay sentido, hay búsqueda del sentido.

En el último capítulo del libro, usted afirma que en nuestro mundo el amor y la poesía son forzosamente marginales. ¿Sigue usted pensando que hay una oposición entre historia y poesía?

OP: Creo que hay una oposición fundamental entre lo que yo llamo la realidad real y la otra realidad. Hay una frase de Marx que luis buñuel pensó en utilizar como subtitulo de su película "La Edad de Oro". Usted sabe que el tema de esa película es la suerte del amor en el mundo moderno. La frase de Marx es, en español. un alejandrino perfecto: En las aguas heladas del cálculo egoísta. Eso es la sociedad. Por eso el amor y la poesía son marginales.

Monday, August 4, 2008

El Mago de Las Letras Mexicanas


Tipógrafo más que literato,
ser humano más que poeta,
más cerca de la tierra que del
follaje. El haber concurrido
en estos menesteres me ha
procurado la satisfacción
sólo percibida por quienes
sospechan que servir a los demás
es tan respetable
como servirse a
sí mismos

Alí Chumacero

Tuesday, July 29, 2008

Cualidades del espíritu


¡Manténgase lejos de aquí cualquier tipo de fraude!, para ser amada has de ser amable, y eso no te lo proporcionará tu cara ni tu apariencia externa únicamente. Aunque seas Nireo, a quien el antiguo Homero adoraba, o el joven Hilas, criminalmente raptado por las Náyades, para llegar a poseer a tu señora y para que no te admires de verte abandonado. añade a los dondes del cuerpo las cualidades del espíritu. La hermosura es un bien quebradizo y conforme va ganando en años disminuye y se consume ella misma con el transcurrir del tiempo. Tampoco las violetas ni los lirios entreabriéndose florecen siempre, y, al perderse la rosa, queda punzante la espina. También a ti que eres hermoso, habrá un tiempo en que te llegarán los cabellos canos, un tiempo en que llegarán las arrugas que te surcarán el cuerpo. Dispón ya tu espíritu para que perdure y colócalo junto a la hermosura: sólo él permanece hasta la pira funeraria. Y pon también especial interés en cultivar tu mente con las artes liberales y en aprender las dos lenguas.

Publio Ovidio Nasón

Los Versos


¿Para qué voy a aconsejarte que le envíes también versos de amor? ay de mí! la poesía no goza de excesiva consideración. La poesía recibe alabanzas pero lo que se busca son los grandes regalos: hasta un bárbaro resulta agradable con tal que sea rico. Ahora sí que estamos en la edad de oro: los grandes honores llegan gracias al oro, el amor se consigue con el oro. Aunque vengas en persona, Homero, acompañado de las musas, si no traes nada de regalo, te irás, Homero, a la calle. Hay sin embargo también jóvenes cultas, aunque en escaso número; otro grupo hay de jóvenes que no lo son, pero quieren serlo. A las de ambos bandos has de elogiar mediante los versos; que el lector elogie tus versos, como quiera que sean, por su dulce musicalidad. Así que para unas o para otras un poema dedicado a ellas, que te ha mantenido en vela toda la noche, será quizá el equivalente de un pequeño regalo.

Publio Ovidio Nasón.

Wednesday, July 16, 2008

Psicoanálisis del Mexicano.


¿Qué dosis de verdad puede soportar el hombre?
- F. Nietzsche.

Ya otros han hablado de la inferioridad de nuestra raza, pero nadie, que sepamos se ha valido sistemáticamente de esta idea para explicar nuestro carácter. Lo que por primera vez se intenta en este ensayo, es el aprovechamiento metódico de las teorías psicológicas de Adler al caso mexicano. Debe suponerse la existencia de un complejo de inferioridad en todos los individuos que manifiestan una exagerada preocupación por afirmar su personalidad; que se interesan vivamente por todas las cosas o situaciones que significan poder, y que tienen un agán inmoderado de predominar, de ser en todo los primeros. Afirma Adler que el sentimiento de inferioridad aparece en el niño al darse cuenta de lo insignificante de su fuerza en comparación con la de sus padres. Al nacer México, se encontró en el mundo civilizado en la misma relación del niño frente a sus mayores. Se presentaban en la historia cuando ya imperaba una civilización madura, que sólo a medias puede comprender un espíritu infantil. De esta situación desventajosa nace el sentimiento de inferioridad que se agravó con la conquista, el mestizaje y hasta por la magnitud desproporcionada de la naturaleza. Pero este sentimiento no actúa de modo sensible en el carácter mexicano, sino al hacerse independiente, en el primer tercio de la centuria pasada.
Se ha creído innecesario fundar esta interpretación acumulando documentos. Si el lector se interesa honradamente en la cuestión y acoge estas ideas de buena voluntad, encontrará en sus propias observaciones los datos para comprobarlas. Antes de hacer una descripción anecdótica de la vida mexicana, hemos querido establecer cómo funciona en general el alma del individuo, cuáles son sus reacciones habituales y a qué móviles obedecen.
No hay razón para que el lector se ofenda al leer estas páginas, en donde no se afirma que el mexicano sea inferior, sino que se siente inferior, lo cual es cosa muy distinta. Si en algunos casos individuales el sentimiento de inferioridad traduce deficiencias orgánicas o psíquicas reales, en la mayoría de los mexicanos es una ilusión colectiva que resulta de medir al hombre con escalas de valores muy altos, correspondientes a países de edad avanzada. Lo invitamos, pues, a penetrar en nuestras ideas con entera ecuanimidad. Si no obstante estas aclaraciones el lector se siente lastimado, lo lamentamos sinceramente, pero confirmaremos que en nuestros países de América existe, como dice Keyserling "un primado de la susceptibilidad"; y así su reacción de disgusto sería la más rotunda comprobación de nuestra tesis.

EL PELADO

Para descubrir el resorte fundamental del alma mexicana fue preciso examinar algunos de sus grandes movimientos colectivos. Platón sostenía que el Estado es una imagen agrandada del individuo. A continuación demostraremos que, en efecto, el mexicano se comporta en su mundo privado lo mismo que en la vida pública.
La psicología del mexicano es resultante de las reacciones para ocultar un sentimiento de inferioridad. En el primer capítulo de este libro se ha explicado que tal propósito se logra falseando la representación del mundo externo, De manera de exaltar la conciencia que el mexicano tiene de su valor. Imita en su país las formas de civilización europea, para sentir que su valor es igual al del hombre europeo y formar dentro de sus ciudades un grupo privilegiado que se considera superior a todos aquellos mexicanos que viven fuera de la civilización. Pero el proceso de ficción no puede detenerse en las cosas exteriores, ni basta eso para restablecer el equilibrio psíquico que el sentimiento de inferioridad ha roto. Aquel proceso se aplica también al propio individuo, falseando la idea que tiene de sí mismo. El psicoanálisis del mexicano, en su aspecto individual, es el tema que ahora abordaremos.
Para comprender el mecanismo de la mente mexicana, la examinaremos en un tipo social en donde todos sus movimientos se encuentran exacerbados, de tal suerte que se percibe muy bien el sentido de su trayectoria. El mejor ejemplar para su estudio es el "pelado" mexicano, pues él constituye la expresión más elemental y bien dibujada del carácter nacional. No hablaremos de su aspecto pintoresco, que se ha reproducido hasta el cansancio en el teatro popular. Aquí sólo nos interesa verlo por dentro, para saber qué fuerzas elementales determinan su carácter. Su nombre lo define con mucha exactitud. Es un individuo que lleva su alma al descubierto, sin que nada esconda en sus más íntimos resortes. Ostenta cínicamente ciertos impulsos elementales que otros hombres procuran disimular. "El pelado pertenece a una fauna social de categoría ínfima y representa el desecho huumano de la gran ciudad. En la jerarquía económica es menos que un proletario y en la intelectual un primitivo. La vida le ha sido hostil por todos lados, y su actitud ante ella es de un negro resentimiento. Es un ser de naturaleza explosiva cuyo trato es peligroso, porque estalla al roce más leve. Sus explosiones son verbales, y tienen como tema la afirmación de sí mismo en su lenguaje grosero y agresivo. Ha creado un dialecto propio cuyo léxico abunda en palabras de uso corriente a las que de un sentido nuevo. Es un animal que se entrega a pantomimas de ferocidad para asustar a los demás haciéndole creer que es más fuerte de su situación real en la vida, que es la de un cero a la izquierda. Esta verdad desagradable trata de asomar a la superficie de la conciencia, pero se lo impide otra fuerza que mantiene dentro de lo inconsciente cuanto puede rebajar el sentimiento de la valía personal. Toda circunstancia exterior que pueda hacer resaltar el sentimiento de menor valía provocará una reacción violenta del individuo con la mira de sobreponerse a la depresión. De aquí una constante irratibilidad que lo hace reñir con los demás por el motivo más insignificante. El espíritu belicoso no se explica, en este caso, por un sentimiento de hostilidad al género humano. El "pelado" busca la riña como un excitante para elevar el tono de su yo deprimido. Necesita un punto de apoyo para recobrar la fe en sí mismo, pero como está desprovisto de todo valor real, tiene que suplirlo con uno ficticio. Es como un náufrago que se agita en la nada y descubre de improviso una tabla de salvación: LA VIRILIDAD. La terminología del "pelado" abunda en alusiones sexuales que revelan una obsesión fálica, nacida para considerar el órgano sexual como símbolo de la fuerza masculina. En sus combates verbales atribuye al adversario una femineidad imaginaria, reservando para sí el papel masculino. Con este ardid pretende afirmar su superioridad sobre el contrincante.
Quisiéramos demostrar estas ideas con ejemplos. Desgraciadamente, el lenguaje del "pelado" es de un realismo tan crudo, que es imposible transcribir muchas de sus fráses más características. No podemos omitir, sin embargo, ciertas expresiones típicas. El lector no debe tomar a mal que citemos aquí palabras que en México no se pronuncias más que en conversaciones íntimas, pues el psicólogo ve, a través de su vulgaridad y grosería, otro sentido más noble. Y sería imperdobable que prescindiera de un valioso material de estudio por ceder a una mal entendida decencia de lenguaje. Sería como si un químico rehusara analizar las sustancias que huelen mal.
Aun cuando el "pelado" mexicano sea completamente desgraciado, se consuela con gritar a todo el mundo que tiene "muchos huevos". Lo importante es advertir que en este órgano no hace residir solamente una especei de potencia, la sexual, sino toda clase de potencia humana. Para el "pelado", un hombre que triunfa en cualquier actividad y en cualquier parte, es porque tiene "muchos huevos". Citaremos otra de sus expresiones favoritas: "Yo soy tu padre", cuya intención es claramente afirmar el predominio. Es seguro que en nuestras sociedad patriarcales el padre es para todo el hombre el símbolo de poder. Es preciso advertir también que la obsesión fálica, en cuyo fondo yace la idea de la fecundidad y la vida eterna. El falo sugiere al "pelado" la idea del poder. De aquí ha derivado un concepto muy emprobecido del hombre. Como él es, en efecto un ser sin contenido sustancial, trata de llenar su vacío con el único valor que está a su alcance: el de macho. Este concepto popular del hombre se ha convertido en un prejuicio funesto para todo mexicano. Cuando éste se compara con el hombre civilizado extranjero y resalta su nulidad, se consuela del siguiente modo: "Un europeo dice tiene la ciencia, el arte, la técnica etc. aquí no tenemos nada de esto, pero somos muy hombres". Hombres en la acepción zoológica de la palabra, es decir, un macho, que disfruta de toda la potencia animal. El mexicano, amante de ser fanfarrón, cree que esa potencia se demuestra con la valentía. Si supiera que esa valentía es una cortina de humo!
No debemos, pues, dejarnos engañar por las apariencias. El "pelado" no es ni un hombre fuerte ni un hombre valiente. La fisonomía que nos muestra es falsa. Se trata de un "camouflage" para despistar a él y a todos los que lo tratan. Puede establecerse que, mientras las manifestaciones de valentía y de fuerza son mayores, mayor es la debilidad que se quiere cubrir. Por más que con esta ilusión el "pelado" se engañe a sí mismo, mientras su debilidad esté presente, amenazado traicionarlo, no puede estar seguro de su fuerza. Vive en un continuo temor de ser descubierto, desconfiando de sí mismo, y por ello su percepción de hace anormal; imagina que el primer recién llegado es su enemigo y desconfía de todo hombre que se le acerca.

Hecha esta breve descripción del "pelado" mexicano, es conveniente esquematizar su estructura y funcionamiento mental, para entender después la psicología del mexicano.

I. El pelado tiene dos personalidades: una real, otra ficticia.
II. La personalidad real queda oculta por esta última, que es la que aparece ante el sujeto mismo y ante lo demás.
III. La personalidad ficticia es diametralmente opuesta a la real, porque el objeto de la primera es elevar el tono psíquico deprimido por la segunda.
IV. Como el sujeto carece de todo valor humano y es impotente para adquirirlo de hecho, se sirve de un ardid para ocultar sus sentimientos de menor valía.
V. La falta de apoyo real que tiene la personalidad ficticia crea un sentimiento de desconfianza de sí mismo.
VI. La desconfianza de sí mismo produce una anormalidad de funcionamiento psíquico, sobre todo en la percepción de la realidad.
VII. Esta percepción anormal consiste en una desconfianza injustificada de los demás, así como una hiperestesia de las susceptibilidad al contacto con los otros hombres.
VIII. Como nuestro tipo vive en falso, su posición es siempre inestable y lo obliga a vigilar constantemente su yo, desatendiendo a la realidad.

La falta de atención por la realidad y el ensimisamiento correlativo, autorizan a clasificar al "pelado" en el grupo de los introvertidos. 
Pudiera pensarse que la presencia de un sentimiento de menor valía en el "pelado" no se debe al hecho de ser mexicano, sino a su condición de proletario. En efecto, esta última circunstancia es capaz de crear por sí sola aquel sentimiento, pero hay motivos para considerar que no es el único factor que lo determina en el "pelado". Hacemos notar aquí que éste asocia su concepto de hombría con el de nacionalidad, creando el error de que la valentía es la nota peculiar del mexicano. Para corroborar que la nacionalidad crea también por sí un sentimiento de menor valía, se puede anotar la susceptibilidad de sus sentimientos patrióticos y su expresión inflada de palabras y gritos. La frecuencia de las manifestaciones patrióticas individuales y colectivas es un símbolo de que el mexicano está inseguro del valor de su nacionalidad. La prueba decisiva de nuestra afirmación se encuentra en el hecho de que aquel sentimiento existe en los mexicanos cultivados e inteligentes que pertenecen a la burguesía.

EL MEXICANO DE LA CIUDAD

El tipo que vamos a presentar es el habitante de la ciudad. Es claro que su psicología es difiere de la del campesino, no sólo por el género de vida que éste lleva, sino porque casi siempre en México pertenece a la raza indígena. Aun cuando el indio es una parte considerable de la población mexicana, desempeña en la vida actual del país un papel pasivo. El grupo activo es el otro, el de los mestizos y blancos que viven en la ciudad. Es de suponer que el indio ha influenciado en el alma del otro grupo mexicano, desde luego, porque ha mezclado su sangre con éste. Pero su influencia social y espiritual se reduce hoy al mero hecho de su presencia. Es como un coro que asiste silencioso al drama de la vida mexicana. Pero no por ser limitada su intervención deja de ser importante. El indio es como esas sustancias llamada "catalíticas" que provocan reacciones químicas con sólo estar presentes. Ninguna cosa mexicana puede sustraerse a este influjo, porque la masa indígena es un ambiente denso que envuelve todo lo que hay dentro del país. Consideramos, pues, que el indio es el "hinterland" mexicano. Mas por ahora no será objeto de esta investigación.
La nota del carácter mexicano que más resalta a primera vista, es la desconfianza. Tal actitud es previa a todo contacto con los hombres y de las cosas. Se presenta haya o no fundamento para tenerla. No es una desconfianza de principio, porque el mexicano generalmente carece de principios. Se trata de una desconfianza irracional que emana de lo más íntimo del ser. Es casi su sentido primordial de la vida. Aun cuando los hechos no lo justifiquen, no hay nada en el universo que el mexicano no vea y juzgue a travésde su desconfianza. Es como una forma a priori de su sensibilidad. El mexicano no desconfía de tal o cual hombre o de tal o cual mujer; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres. Su desconfianza no se circunscribe al género humano; se extiende a cuanto existe y sucede. Si es comerciante, no cree en los negocios; si es profesional, no cree en su profesión; si es político, no cree en la política. El mexicano considera que las ideas no tienen sentido y las llama despectivamente "teorías"; juzga inútil el conocimiento de los principios científicos. Parece estar muy seguro de su sentido práctico. Pero como hombre de acción es torpe, y al fin no da mucho crédito a la eficacia de los hechos. No tiene ninguna religión ni profesa ningún credo social o político. Es lo menos "idealista" posible. Niega todo sin razón ninguna, porque él es la negación personificada. 
Pero entonces ¿por qué vive el mexicano? Tal vez respondería que no es necesario tener ideas y creencias para vivir, con tal de no pensar. Y así sucede, en efecto. La vida mexicana da la impresión, en conjunto, de una actividad irreflexiva, sin plan alguno. Cada hombre, en México, sólo se interesa por los fines inmediatos. Trabaja para hoy y mañana, pero nunca para después. El porvenir es una preocupación que ha abolido de su conciencia. Nadie es capaz de aventurarse en empresas que sólo ofrecen resultados lejanos. Por lo tanto, ha suprimido de la vida una de sus dimensiones más importantes: el futuro. Tal ha sido el resultado de la desconfianza mexicana.
En una vida circunscrita al presente, no puede funcionar más que el instinto. La reflexión inteligente sólo puede intervenir cuando podemos hacer un alto en nuestra actividad. Es imposible pensar y obrar al mismo tiempo. El pensamiento supone que somos capaces de esperar, y quien espera está admitiendo el futuro. Es evidente que una vida sin futuro no puede tener norma. Así, la vida mexicana está a merced de los vientos que soplan, caminando a la deriva. Los hombres viven a la buena de Dios. Es natural que, sin disciplina ni organización, la sociedad mexiana sea un caos en el que los individuos gravitan al azar como atómos dispersos. 
Este mundo caótico, efecto directo de la desconfianza, recobra sobre ella, dándole una especie de justificación objetiva. Cuando el individuo se siente flotar en un mundo inestable, en que no está seguro ni de la tierra que pisa, su desconfianza aumenta y lo hace apresurarse por arrebatar al momento presente un rendimiento efectivo. Así, el horizonte de su vida se estrecha más y su moral se rebaja hasta el grado de que la sociedad, no obstante su apariencia de civilización, semeja una horda primitiva en que los hombres se disputan las cosas como fieras hambrientas. 
Una nota íntimamente relacionada con la desconfianza es la susceptibilidad. El desconfiado está siempre temeroso de todo, y vive alerta, presto a la defensiva. Recela de cualquier gesto, de cualquier movimiento, de cualquier palabra. Todo lo interpreta como una ofensa. En esto el mexicano llega a extremos increíbles. Su percepción es francamente anormal. A causa de la suceptibilidad hipersensible, el mexicano riñe constantemente. Ya no espera que lo ataquen, sino que él se adelanta a ofender. A menudo estas reacciones patológicas lo llevan muy lejos, hasta a cometer delitos innecesarios. 
Las anomalías psíquicas que acabamos de describir provienen, sin duda, de una inseguridad de sí mismo que el mexicano proyecta hacia afuera sin darse cuenta, convirtiéndola en desconfianza del mundo y de los hombres. Estas trasposiciones psíquicas son ardides instintivos para proteger al yo de sí mismo. La fase inicial de la serie es un complejo de inferioridad experimentado como desconfianza de sí mismo, que luego el sujeto, para librarse del desgarrado que la acompaña, objetiva como desconfianza hacia los seres extraños. 
Cuando la psique humana quiere apartar de ella un sentimiento desagradable, recurre siempre a procesos de ilusión, como el que se ha descrito. Pero en el caso especial que nos ocupa, ese recurso no es de resultados satisfactorios, porque el velo que se tiende sobre la molestia que se quiere evitar no la sumprime, sino solamente la hace cambiar de motivación. El mexicano tiene habitualmente un estado de ánimo que revela un malestar interior, una falta de armonía consigo mismo. Es susceptible y nervioso; casi siempre está de mal humor y es a menudo iracundo y violento. 
La fuerza que el mexicano se atribuye fundándose en impulsividad, nos parece falsa. Desde luego la verdadera energía consiste en gobernar inteligentemente los impulsos y a veces en reprimirlos. El mexicano es pasional, agresivo y guerrero por debilidad; es decir, porque carece de una voluntad que controle sus movimientos. Por otra parte, la energía que despliega en esos actos no está en proporción con su vitalidad, que, por lo común es débil. ¿Cómo explicar entonces la violencia de sus actos? Solamente considerándola resultado de la sobreexcitación que le causa adentro el mismo desequilibrio psíquico.
Nuestro conocimiento de la psicología del mexicano sería incompleto si no comparásemos la idea que tiene de sí mismo como lo que es realmente. Hace un instante hablábamos de la fuerza que se atribuye el mexicano, lo cual nos hace suponer que tiene una buena idea de su persona. Sospechamos también que algunos lectores de este ensayo reaccionarán contra nuestras afirmaciones, buscando argumentos para no aceptarlas. Es que aquí nos hemos atrevido a descubrir ciertas verdades que todo mexicano se esfuerza por mantener ocultas, ya que sobrepone a ellas una imagen de sí mismo que no representa lo que es, sino lo que quisiera ser. Y ¿Cúal es el deseo más fuerte y más íntimo del Mexicano? Quisiera ser un hombre que predomina entre los demás por su valentía y su poder. La sugestión de esta imagen lo exalta artificialmente, obligándolo a obrar conforme a ella, hasta que llega a creer en la realidad del fantasma que de sí mismo ha creado. 

El BURGUES MEXICANO

En esta última parte de nuestro ensayo nos oucparemos del grupo más inteligente y cultivado de los mexicanos, que pertenece en su mayor parte a la burguesía del país. El conjunto de notas que configuran su carácter son reacciones contra un sentimiento de menor valía, el cual, no derivándose ni de una inferioridad económica, ni intelectual, ni social, proviene, sin duda, del mero hecho de ser mexicano. En el fondo, el mexicano burgués no difiere del mexicano proletario, savlo que, en este último, el sentimiento de menor valía se halla exaltado por la concurrencia de dos factores: la nacionalidad y la posición social. Parece haber un contraste entre el tono violento y grosero que es permanente en el proletario urbano, y cierta finura en el burgués, que se expresa con una cortesía a menudo exagerada. Pero todo mexicano de las clases cultivadas es susceptible de adquirir, cuando un momento de ira le hacer perder el dominio de sí mismo, el tono y el lenguaje del pueblo bajo. El burgués mexicano tiene la misma susceptibilidad patriótica del hombre del pueblo y los mismos prejuicios que éste acerca del carácter naconal. 
La diferencia psíquica que separa a la clase elevada de mexicanos de la clase inferior, radica en que los primeros disimulan de un modo completo sus sentimientos de menor valía, porque el nexo de sus actitudes manifiestas con los móviles inconscientes es tan indirecta y sútil, que su descubrimiento es difícil, en tanto que el "pelado" está exhibiendo con franqueza cínica el mecanismo de su psicología, y son muy sencillas las relaciones que unen en su alma lo inconsciente y lo consciente. Ya se ha visto que estriban en una oposición.
Es conveniente precisar en este lugar en qué consisten estos sentimientos de íntima deficiencia que irritan la psique del individuo provocando las reacciones que se han descrito. Son sentimientos que el individuo no tolera en su conciencia, por el desagrado y la depresión que le causan; y justamente por la necesidad de mantenerlos ocultos en lo inconsciente, se manifiestan como sensaciones vagas de malestar, cuyo motivo el individuo mismo no encuentra ni puede definir. Cuando logran asomarse a la conciencia asumen matices variados. Enumeremos algunos de ellos: debilidad, desvaloración de sí mismo, sentimiento de incapacidad, de deficiencia vital. El reconocimiento que el individuo da a su inferioridad se traduce en una falta de fe en sí mismo. 
El mexicano burgués posee más dotes y recursos intelectuales que el proletario para consumar de modo perfecto la obra de simulación, que debe ocultarle su sentimiento de inferioridad. Esto equivale a decir que el yo ficticio construido por cada individuo es una obra tan acabada y con tal apariencia de realidad, que es casi imposible distinguirla del yo verdadero.
Ocupémonos, desde luego, en definir con qué elementos realiza el mexicano su obra de ficción; o, en otras palabras, qué reacciones suscita su sentimiento de inferioridad. La operación consiste, en su forma más simple, en superponer a lo que se es la imagen de lo que se quisiera ser, y dar este deseo por un hecho. Unas veces, su deseo se limita a evitar el desprecio o la humillación, y después, en escala ascendente, encontraríamos el deseo de valer tanto como los demás, el de predominar entre ellos, y, por último, la voluntad de poderío.
La empresa de construir la propia imagen conforme a un deseo de superioridad, demanda una atención y un cuidado constante de uno mismo. Esto convierte a cada mexicano en un introvertido, con lo cual pierde correlativamente su interés como tal. Considera los hombres y las cosas como espejos, pero sólo toma en cuenta aquellos que le hacen ver la imagen que a él le gustan que reflejen. Es indispensable que otros hombres crean en esta imagen, para robustecer él su propia fe en ella. Así que su obra de fantasía se realiza con la complicidad social. No pretendemos nosotros afirmar que este fenómeno es propiedad exclusiva del mexicano. Ningún hombre normal, sea cual fuere su nacionalidad, podría vivir sin el auxilio de ficciones parecidas. Pero una cosa es aceptar pragmáticamente el influjo de una ficción, sabiendo que lo es, y otra cosa es vivirla sin caer en la cuenta de su mentira. Lo primero es el caso de poseer ideales o arquetipos como estimulantes para superar las resistencias y dificultades en la vida humana, mientras que lo segundo no significa propiamente vivir, sino hacerle una trampa a la vida. No cabría aplicar a esta actitud ningún calificativo moral, por no derivarse de un propósito consciente y deliberado. Los recientes descubrimientos de la psicología nos muestran que, no por ser ciego el inconsciente carece de lógica, aun cuando ésta sea diversa de la racional. El mexicano ignora que vive una mentira, porque hay fuerzas inconscientes que lo han empujado a ello y tal vez, si se diera cuenta del engaño, dejaría de vivir así. 
Como el autoengaño consiste en creer que ya se es lo que se quisiera ser, en cuanto el mexicano queda satisfecho de su imagen, abandona el esfuerzo en pro de su mejoramiento efectivo. Es, pues, un hombre que pasa a través de los años sin experimentar ningún cambio. El mundo civilizado se transforma, surgen nuevas formas de vida, del arte y del pensamiento, que el mexicano procura imitar a fin de sentirse a igual altura de un hombre europeo; mas en el fondo, el mexicano de hoy es igual al de hace cien años, y su vida transcurre dentro de la ciudad aparentemente modernizada, como la del indio en el campo: en una inmutabilidad egipicia. 
Podemos representarnos al mexiano como un hombre que huye de sí mismo para refugiarse en un mundo ficticio. Pero así no liquida su drama psicológico. En el subterráneo de su alma, poco accesible a su propia mirada, late la incertidumbre de su posición, y, reconociendo oscuramente la inconsistencia de su personalidad, que puede desvanecerse al menor soplo, se protege, como los erizos, con un revestimiento de espinas. Nadie puede tocarlo sin herirse. Tiene una susceptibilidad extraordinaria a la crítica y la mantiene a raya anticipándose a esgrimir la maledicencia contra el prójimo. Por la misma razón la autocrítica queda paralizada. Necesita convencerse de que los otros son inferiores a él. No admite, por lo tanto, superioridad ninguna y no conoce la veneración, el respeto y la disciplina. Es ingenioso para desvalorar al prójimo hasta el aniquilamiento. Practica la maledicencia con una crueldad de antropófago. Es culto de ego es tan sanguinario como el de los antiguos aztecas; se alimenta de víctimas humanas. Cada individuo vive encerrado dentro de sí mismo, como una ostra en su concha, en actitud de desconfianza hacia los demás, rezumando malignidad, para que nadie se acerque. Es indiferente a los intereses de la colectividad y su acción es siempre de sentido individualista.
Terminamos estas notas de psicología mexicana preguntándonos si acaso será imposible expulsar al fantasma que se aloja en el mexicano. Para ello es indispensable que cada uno practique con honradez y valentá el aforismo socrático de "conócete a ti mismo". Sabemos hoy que no bastan las facultades naturales de un hombre para adquirir el autoconocimiento, sino que es preciso equiparlo de antemano con las herramientas intelectuales que ha fabricado el psicoanálisis. Cuando el hombre así preparado descubra lo que es, el resto de la tarea se hará por sí sola. Los fantasmas son seres nocturnos que se desvanecen con sólo exponerlos a la luz del día. 




Tuesday, July 15, 2008

Amorosa Anticipación


AMOROSA ANTICIPACIÓN

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.



Jorge L. Borges

Sunday, July 13, 2008

La Llama Doble.


Fragmento de "La Llama Doble"

La quinta nota distintiva de nuestra idea del amor consiste, como en el caso de las otras, en la unión indisoluble de dos contrarios, el cuerpo y el alma. Nuestra tradición, desde Platón, ha exaltado al alma y ha menospreciado al cuerpo. Frente a ella y desde sus orígenes, el amor ha ennoblecido el cuerpo: sin atracción física, carnal, no hay amor. Ahora asistimos a una reversión radicalmente opuesta al platonismo: nuestra época niega al alma y reduce el espíritu humano a un reflejo de las funciones corporales. Así ha minado en su centro mismo a la noción de persona, doble herencia del cristianismo y la filosofía griega. La noción de alma constituye a la persona y, sin persona, el amor regresa al mero erotismo. Más adelante volveré sobre el ocaso de la noción de persona en nuestras sociedades; por ahora, me limito a decir que ha sido el principal responsable de los desastres políticos del siglo XX y del envilecimiento general de nuestra civilización. Hay una conexión íntima y causal, necesaria, entre las nociones de alma, persona, derechos humanos y amor. Sin la creencia en un alma inmortal insperable de un cupero mortal, no habría podido nacer el amor único ni su consecuencia: la transformación del objeto deseado en sujeto deseante. En suma, el amor exige como condición previa la noción de persona y ésta la de un alma encarnada en un cuerpo.

La palabra persona es de origen etrusco y designaba en Roma a la máscara del actor teatral. ¿Qué hay detrás de la máscara, qué es aquello que anima al personaje? El espíritu humano, el alma, o ánima. La persona es un ser compuesto de un alma y un cuerpo. Aquí aparece otra y gran paradoja del amor, tal vez la central, su nudo trágico: amamos simultáneamente un cuerpo mortal, sujeto al tiempo y sus accidentes,y un alma inmortal. El amante ama por igual al cuerpo y al alma. Incluso puede decirse que, si no fuera por la atracción hacia el cuerpo, el enamorado no podría amar al alma que lo anima. Para el amante el cuerpo deseado es alma; por esto le habla con un lenguaje del más allá del lenguaje pero que es perfectamente comprensible, no con la razón, sino con el cuerpo, con la piel. A su vez el alma es palpable: la podemos tocar y su soplo refresca nuestros párpados o calienta nuesta nuca. Todos los enamorados han sentido esta transposición de lo corporal a lo espiritual y viceversa. Todos lo sabencon un saber rebelde a la tazón y al lenguaje. Algunos poetas lo han dicho:

...her pure and eloquent blood
Spoke in her cheeks, and so distinctly wrought
That one might almost say, her body thought.

Al ver en el cuerpo los atributos del alma, los enamorados incurren en una herejía que reprueban por igual los cristianos y los platónicos. Así, no es extraño que haya sido considerado como un extravío e incluso como una locura: el loco amor de los poetas medievales. El amor es loco porque encierra a los amantes en una contradicción insoluble. Para la tradición platónica, el ama vive prisionera en el cuerpo; para el cristianismo, venimos a este mundo sólo una vez y sólo para salvar nuestra alma. En uno y otro caso hay oposición entre alma y cuerpo, aunque el cristianismo la haya atenuado con el dogma de la resurrección de la carne, y la doctrina de los cuerpos gloriosos. Pero el amor es una transgresión tanto de la tradición platónica como de la cristiana. Traslada al cuerpo los atributos del alma y éste deja de ser una prisión. El amante ama al cuerpo como si fuese alma y al alma como si fuese cuerpo. El amor mezcla la tierra con el cielo: es la gran subversión. Cada vez que el amante dice: te amo para siempre. confiere a una criatura efímera y cambiante dos atributos divinos: la inmortalidad y la inmutabilidad. La contradicción es en verdad trágica: la carne se corrompe, nuestros días están contados. No obstante, amamos. Y amamos con el cuerpo y con el alma, en cuerpo y alma.


Esta descripción de los cinco elementos constitutivos de nuestra imágen del amor, que por más somera que haya sido, me parece que revela su naturaleza contradictoria, paradójica y misteriosa. Mencioné a cinco rasgos distintivos; en realidad , como se ha visto, pueden reducirse a tres: la exclusividad, que es amor a una sola persona; la atracción, que es la fatalidad libremente asumida; la persona, que es alma y cuerpo. El amor está compuesto de contrarios pero que no pueden separarse y que viven sin cesar en lucha y reunión con ellos mismos y con los otros. Estos contrarios, como si fuesen los planeta del extraño sistema solar de las pasiones, giran en torno a un sol único. Este sol también es doble: la pareja. Continua transmutación de cada elemento: la libertad escoge la servidumbre, la fatalidad se transforma en elección voluntaria, el alma es cuerpo y el cuerpo es alma. Amamos a un ser mortal como si fuese inmortal. Lope lo dijo mejor: a lo que es temporal llamar eterno. Sí, somos mortales, somos hijos del tiempo y nadie se salva de la muerte. No sólo sabemos que vamos a morir sino que la persona que amamos también morirá. Somos los juguetes del tiempo y de sus accidentes: la enfermedad y la vejez, que desfiguran el cuerpo y extravían el alma. Pero el amor es una de las respuestas que el hombre ha inventado para mirar de frente a la muerte. Por el amor le robamos al tiempo que nos mata unas cuantas horas que transformamos a veces en paraíso y otras en infierno. De ambas maneras el tiempo se distiende y deja de ser una medida. Más alla de la felicidad o infelicidad, aunque sea las dos cosas, el amor es intensidad; no nos regala la eternidad sino la vivacidad, ese minuto en el que se entreabren las puertas del tiempo y del espacio; aquí es allá y ahora es siempre. En el amor todo es dos y todo tiende a ser uno.



CONTINUA OCTAVIO PAZ EN UN FRAGMENTO POSTERIOR:

Tal vez el error de Hegel y de sus discípulos consistió en buscar una solución histórica, es decir, temporal, a la desdicha de la historia y a sus consecuencias: la escisión y la alienación. El calvario de la historia, como él llamaba al proceso histórico, está recorrido por un Cristo que cambia sin cesar de rostro y de nombre pero que siempre es el mismo: el hombre. Es el mismo pero jamás está en sí mismo: es tiempo y el tiempo es constante separación de sí. Se puede refutar la existencia del tiempo y reputarlo una ilusión. Esto fue lo que hicieron los budistas. Sin embargo, no pudieron substraerse a sus consecuencias: la rueda de la reencarnación y el karma, la culpa del pasado que nos empuja sin cesar a vivir. Podermos negar al tiempo, no escapar de su abrazo. El tiempo es continua escisión y no descansa nunca: se reproduce y se multiplica al separarse de si mismo. La escisión no se cura con tiempo sino con algo o con alguien que sea no-tiempo.
Cada minuto es el cuchillo de la separación: ¿cómo confiarle nuestra vida al cuchillo que nos deguella? El remedio está en encontrar un bálsamo que cicatrice para siempre esa continua herida que nos infligen las horas y los minutos. Desde que apareció sobre la tierra- sea porque haya sido expulsado del paraíso o porque es un momento de la evolución universal de la vida- el hombre es un ser incompleto. Apenas nace y se fuga de sí mismo. ¿A dónde va? Anda en busca de sí mismo y se persigue sin cesar. Nunca es el que es sino el que quiere ser, el que se busca; en cuanto se alcanza, o cree que se alcanza, se desprende de nuevo de sí, se desaloja, y prosigue su persecución. Es el hijo del tiempo. Y más: el tiempo es su ser y su enfermedad constitucional. Su curación no puede estar sino fuera del tiempo. ¿Y si no hubiese nada ni nadie más alla del tiempo? Entonces el hombre estaría condenado y tendría que aprender a vivir cara a esta terrible verdad. El bálsamo que cicatriza la herida del tiempo se llama religión; el saber que nos llevar a convivir con nuestra herida se llama filosofía.

¿No hay salida? Sí la hay: en algunos momentos el tiempo se entreabre y nos deja ver el otro lado. Estos instantes son experiencias de la conjunción del sujeto y del objeto, del yo soy y el tú eres, del ahora y el siempre, el allá y el aquí. No son reducibles a conceptos y sólo podemos aludir a ellas con paradojas y con las imágenes de la poesía. Una de estas experiencias es el amor, en la que la sensación se une al sentimiento y ambas al espíritu. Es la experiencia de la total extrañeza: estamos fuera de nosotros, lanzados hacia la persona amada; y es la experiencia del regreso al origen, a ese lugar que no está en el espacio y que es nuestra patria original. La persona amada es. a un tiempo, tierra incógnita y casa natal, la desconocida y la reconocida. Sobre esto es útil citar, más que a los poeta o a los místicos, precisamente a un filósofo como Hegel, gran maestro de las oposiciones y las negaciones. En uno de sus escritos de juventud dice: "El amor excluye todas las oposiciones y de ahí que escape al dominio de la razón, anula la objetividad y así va mas allá de la reflexión" En el amor la vida se descubre en ella misma ya exenta de cualquiera incompletuda. El amor suprime esa escisión. ¿Para siempre? Hegel no lo dice pero probablemente en su juventud lo creyó. Incluso puede decirse que toda su filosofía y especialmente la misión que atribuye a la dialéctica -lógica químerica- no es sino una gigantezca traducción de esta visión juvenil del amor al lenguaje conceptual de la razón.

En el mismo texto de Hegel percibe con extraordinaria penetración la gran y trágica paradoja que funda el amor "los amantes no pueden separarse sino en la medida en que son mortales o cuando reflexionan sobre la posibilidad de morir.". En efecto, la muerte es la fuerza de gravedad del amor. El impulso amoroso nos arranca de la tierra y del aquí; la conciencia de la muerte nos hace volver: somos ortales, estamos hechos de tierrra y tenemos que volver a ella. Me atrevo a decir algo más. El amor es vida plena, unida a sí misma: lo contrario de la separación. En la sensación del abrazo carnal, la unión de la pareja se hace sentimiento y éste, a su vez, se transforma en conciencia: el amor es el descubrimiento de la unidad de la vida. En ese instante, la unidad compacta se rompe en dos y el tiempo reaparece: es un gran hoyo que nos traga. La doble faz de la sexualidad reaparece en el amor: el sentimiento intenso de la vida es indistinguible del sentimiento no menos poderoso de la extinción del apetito vital, la subida es caída y la extrema tensión, destensión. Así pues, la fusión total implica la aceptación de la muerte. Sin la muerte, la vida- la nuestra, la terreste- no es vida. El amor no vence a la muerte pero la integra en la vida. La muerte de la persona querida confirma nuestra condena: somos tiempo, nada dura y vivir es un continuo separarse; al mismo tiempo, en la muerte cesan el tiempo y la separación regresamos a la indistinción del principio, a ese estado que entrevemos en la cópula carnal. El amor es un regreso a la muerte, al lugar de reunión. La muerte es la madre universal. Mezlcaré tus huesos con los míos, le dice Cintia a su amante. Acepto que las palabras de Cintia no pueden satisfacer a los cristianos ni a todos los que creen en otra vida después de la mierte. Sin embargo ¿Qué habría dicho Francesca si alguien hubiese ofrecido salvarla pero sin Paolo? Creo que habría contestado: escoger el cielo para mí y el infierno para mi amado es escoger al infierno, condenarse dos veces.




Octavio Paz, La llama doble, Mèxico 1994.

Thursday, July 10, 2008

Una Mujer Desnuda y en lo Oscuro


Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda

Una mujer desnuda y en los oscuro
genera una resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan

Una mujer desnuda y en los oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón es un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

Mario Benedetti.

Jardín Botánico



No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos subam por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Mario Benedetti.

Tuesday, July 8, 2008

Satíricas a la Vanidad Masculina



Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad,
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro,
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, liviana.
Siempre tan necios andáis,
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en horabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición,
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja busco amante


Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.


Sor Juana Inés de la Cruz

Detente Sombra


Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.


Sor Juana Inés de la Cruz

La Ausencia Beligerante


El peso del patriarca

Para las generaciones ulteriores al 68, la referencia a Octavio Paz no tenía una connotación simplemente literaria: su figura dividía opiniones y convocaba idolatrías o parricidios en muchos que tal vez ni siquiera lo habían leído. Era tal su presencia en la vida pública, tanta polémica generaban sus pronunciamientos, que la simple mención de su nombre podía ser inconveniente en el salón de clases preparatoriano, anticlimática en una comida familiar y de plano desaconsejable para el romance con una progresista. Adoptar una posición a favor o en contra de Paz era parte de los ritos de pasaje y de la formación de identidad de cualquier aspirante a intelectual mexicano. El sólo hecho de poseer sus libros requería una explicación, que muchos eludían intentando fragmentar la obra o la persona, con esas frecuente frases de disculpa-descalificación, como: “Es un buen poeta, ay, pero sus ideas”. Claro, mucho había de caricatura dogmática en la animadversión de la izquierda hacia Paz, aunque también algo de engolamiento en la interpretación paziana del intelectual-sólo-contra-el
-mundo. Lo cierto es que, a lo largo de su trayectoria, la opinión y la influencia de Paz se propagaron por innumerables campos, desde la crítica literaria hasta la ciencia política, pasando por la antropología y las artes plásticas. Ya para su madurez, el peso de Octavio Paz en la cultura mexicana era imponente: su tarea poética y ensayística, así como su trayectoria pública, aspiraban a fungir como un método de lectura de la cultura de su tiempo, un canon artístico y un paradigma de conducta intelectual.

La maduración de la celebridad

Paz rechazó desde su juventud la idea del escritor recluido en la mera esfera literaria y, en sintonía con la figura romántica y con las necesidades de la época posrevolucionaria en que emergió como intelectual, se asumió como una personalidad proteica. Para Paz, el poeta tenía una misión que iba mucho más allá de hacer versos y que convocaba la intuición y la inteligencia, el pragmatismo y el profetismo, para mediar entre diversos campos de la realidad y superar paradojas irreconciliables. No es extraño entonces que el joven Paz se ocupara de los asuntos artísticos e intelectuales más disímiles: escribió poesía, pero también hizo periodismo, crítica, filosofía y, no hay que olvidarlo, mucha política cultural.

La incursión de Paz en la cultura mexicana e hispanoamericana, el ascenso de su influencia, es, en cierto modo, vertiginoso. Pronto logra descollar como una de las cabezas más visibles de una naciente promoción de poetas y se convierte en una suerte de portavoz generacional; apenas veinteañero se codea, en el Congreso de Escritores antifascistas en Valencia, con las grandes figuras literarias del mundo, comienza su fecundo trabajo de revisión de la literatura mexicana e hispanoamericana y participa impetuosamente en la vida literaria y política.

El largo periplo de Paz por Estados Unidos y Europa, que emprende a partir de los años cuarenta, es fundamental para terminar de formar su perfil poético, crítico e intelectual: el conocimiento de otras tradiciones poéticas le da un matiz distinto a su poesía, que no era moderna en el sentido que el propio Paz le daría a este término; su perspectiva crítica con respecto a la tradición artística hispanoamericana se ensancha y se hace más orgánica y su visión de la historia y la identidad mexicana adquiere una nueva articulación desde la distancia. En un tiempo prodigiosamente corto, entre finales de los cuarenta y mediados de los sesenta, se publican libros fundamentales en la obra de Paz. Aparecen Libertad bajo palabra, una reunión orgánica de su obra de temprana madurez, que lo convierte ya no sólo en un poeta notable sino en el comienzo de un paradigma de innovación; se publica El laberinto de la soledad que recoge toda una tradición hispanoamericana de introspección en las historias y almas nacionales y resume el debate en boga sobre la identidad mexicana; se publica El arco y la lira que analiza ambiciosamente la función y estatuto de la poesía moderna; se publican Las peras del olmo y Corriente alterna, libros donde escoge su genealogía crítica, despliega su capacidad prospectiva con respecto a los desarrollos de las artes y los movimientos sociales juveniles y afina su relación peculiar, estrecha y escéptica a la vez, con las novedades intelectuales de su época.

Estos afanes coinciden con un periodo de modernización social y literaria en México y otros países de América Latina: es la etapa de la actualización de las costumbres, el afán cosmopolita, el florecimiento de un mercado cultural incipiente, la generación de nuevas expectativas sociales y culturales y el surgimiento de una camada de artistas desafectos al nacionalismo ancestral. Todo ello contribuye a que, en todos lados, haya un ambiente más propicio para la recepción de las ideas de Paz. En Europa, Paz representa una voz hispanoamericana, moderna y teñida de universalismo; en México, su poderosa vocación, ambición y novedad artística despiertan una corriente de simpatía con muchos de los creadores inconformistas de las generaciones más recientes. Ya hacia fines de los años sesenta, Paz es una presencia esencial en la cultura; sin embargo, su inserción definitiva en la vida pública es indisoluble de su actitud en 1968. Con su renuncia al puesto de embajador en la India en protesta por la represión gubernamental al movimiento estudiantil mexicano del 68, Paz se convierte en un símbolo de la rebeldía, y su personalidad, polémica y vivaz, pero hasta entonces relativamente retraída al campo cultural, incursiona de lleno en el debate público.

El arte de decepcionar

En la cumbre de su prestigio progresista, Paz elude el papel que muchos le destinaban como un líder cultural y político del cambio de régimen y decide permanecer en la trinchera cultural y ejercer una crítica fundamentalmente moral. Desde esa fecha hasta su muerte, Paz decepciona, en la acepción que Jorge Cuesta le daba a este término, lo que sus diversos públicos esperan de él: decepciona a la izquierda que hubiera querido un estratega, capaz de apuntalar con su prestigio la vía revolucionaria; decepciona también a la derecha y al oficialismo con sus proclamas libertarias, con su crítica a la inopia intelectual de la derecha y su disección del sistema político. Por supuesto, hay muchas contradicciones e incongruencias en la pretensión de Paz por mantenerse como una figura ajena a los intereses políticos y capaz de superar y reconciliar las ideologías en pugna. Sin embargo, su efecto sobre la vida pública es netamente benéfico: plantea temas de debate, argumenta con información, inteligencia y vehemencia. Dicen que es colérico e intolerante, pero tiene el mérito de jamás bajar la voz, ni esconder la mano: discute lo mismo el periplo del amor en Occidente que la coyuntura política norteamericana; se sube al cuadrilátero lo mismo para dar argumentos que para repartir coscorrones. Su presencia es un revulsivo permanente en México (aunque alcanza crecientemente otras latitudes) y se hace patente tanto en los grandes debates como en las discusiones más menudas.

Legados

El legado de Paz es tan amplio como disperso. Sin embargo, es posible mencionar algunos de los cauces temáticos más significativos en que esta influencia se manifiesta, a veces de manera subrepticia:

Una obra poética fundamental que cultiva las más diversas formas, dialoga con las distintas tradiciones y apuesta por la experimentación. Dicha obra permanece no sólo por su valor intrínseco sino porque genera un gusto y una manera de leer en Hispanoamérica.

Un canon de la literatura mexicana e hispanoamericana formado a través de una actividad múltiple como historiador, ensayista, antólogo, editor e incluso promotor de nuevos valores, que se integra en una visión orgánica de la tradición.

Una perspectiva de la identidad del mexicano que se convierte en parte significativa de la autoimagen moderna y que también se exporta como el símbolo de la mexicanidad universal en el exterior.

Una labor constante de reflexión sobre la poesía, la cual se refleja en una serie de poéticas, no siempre consistentes ni conectadas entre sí, que buscan definir la función y el estatus de la poesía en la vida contemporánea; establecer una genealogía del movimiento poético moderno y brindar parámetros para la apreciación y juicio de lo que es y no es poesía moderna.

Un acervo de reflexión y pensamiento sobre la política internacional que, pese a la falta de un sistema y un aparato especializado, abunda en intuiciones y se vuelve parte significativa del debate marcado por la Guerra Fría.

Un conjunto de reflexiones sobre la vida política mexicana e hispanoamericana que, nuevamente sin el refinamiento de las especialidades, analiza de manera aguda fenómenos como la naturaleza del sistema político, las limitaciones de la izquierda, el crecimiento del Estado o las perversiones e insuficiencias de la democracia.

Inercias

Muchas de sus perspectivas literarias y políticas se han convertido en patrimonio común y acaso también en lugar común de la percepción de la cultura y el arte en México y otros países. Desgraciadamente, pese a la inmensa bibliografía que existe sobre Paz, todavía muchas de sus ideas se combaten o aceptan de manera casi automática. Piénsese, por mencionar sólo algunos ejemplos, en tres formas de influencia intelectual insuficientemente escrutadas en su pensamiento y su actividad.

Primero, su aproximación a la historia y la caracterología mexicana (y en cierto modo hispanoamericana) expresada inicialmente en El laberinto de la soledad y continuada en Posdata. A partir de una vieja tradición hispanoamericana de autoindagación, Paz tuvo el talento, en el caso mexicano, de resumir una serie de intuiciones inconexas, trabajos académicos, consejas y darles una formulación casi definitiva. El laberinto de la soledad es un libro-emblema que, al mismo tiempo que consolidó la ascendencia de Octavio Paz en la cultura nacional, plasmó en la conciencia colectiva una perspectiva histórica y una figura mítica del mexicano. Con una gran capacidad para sintetizar los dilemas recurrentes de la nación, para mezclar instrumentos analíticos de diversas disciplinas y para crear un género provisto de atractivo y vigor polémico, El laberinto… ingresó a ese selecto grupo de libros que forman la biblioteca básica de un país y que influyen en la creación de un horizonte de significados e imágenes comunes. Sin embargo, como en algún momento lo ha sugerido Roger Bartra en su Jaula de la melancolía, El laberinto…, como gran parte de la literatura sobre la identidad, también incurre en inferencias históricas arbitrarias, en metáforas biológicas caprichosas acerca de los organismos sociales y sobre todo en un ejercicio de mitificación de la nacionalidad que oculta las divisiones y estratificaciones reales. Desgraciadamente, fuera de las aproximaciones pioneras de Jorge Aguilar Mora o del propio Bartra, el discurso sobre la identidad de Paz murió de muerte natural, envejecido por las nuevas realidades, antes que sujeto a un saludable parricidio.

Otro aspecto insuficientemente discutido de la obra de Paz sería su discurso de poética. Paz, como es sabido, no sólo se ocupó de crear un canon doméstico, sino que practicó una indagación de más amplio alcance sobre la expresión poética y la situación de la poesía en la edad moderna y difundió ante un vasto público sus reflexiones en torno a la naturaleza de la experiencia poética (en El arco y la lira), a la identidad y genealogía de la poesía moderna (en Los hijos del limo) y su reflexión sobre el destino de la poesía en una sociedad donde la palabra parece desahuciada (en La otra voz). Esta trama crítica contribuyó a arraigar un mapa y una conciencia de la poesía moderna. Sin embargo, su pensamiento poético, sobre todo cuando es interpretado casi religiosamente por espíritus críticos poco flexibles, también se ha convertido en un dogma que genera exclusiones críticas y que corre el riesgo de disminuir la concepción del valor poético exclusivamente a los rasgos de contemporaneidad, experimentación y ruptura.

Un tercer aspecto de su legado, insuficientemente estudiado, es su personificación de la figura del intelectual, que aún hoy se cataloga ya sea de héroe “independiente” o de celebridad al servicio del dinero y del imperio. Paz es una de las figuras intelectuales más complejas y completas y en su actividad llegó a encarnar arquetipos contradictorios. Paz estaba muy consciente de su papel estelar en la tradición literaria moderna y sabía que sus actitudes y expresiones tendrían una resonancia en la posteridad. Por eso, el interés personal en la construcción de su figura pública y la obsesión por resaltar la congruencia y continuidad de su obra y actitudes, por establecer su lugar en el panteón literario moderno y, en fin, por configurar al personaje, independiente y libertario que, con más cabalidad, encarnó a partir de los años setenta. Sin embargo, es importante no perder de vista las tensiones y contradicciones que caracterizaron este arquetipo intelectual, por ejemplo: reputarse como un lobo solitario y, al mismo tiempo, encabezar un grupo intelectual poderoso con intereses, filias y fobias muy concretas; proclamar la independencia del hombre de letras con respecto al poder y, al mismo tiempo, reclamar para el creador un aparato de bienestar sufragado por el Estado; asumir un paradigma romántico y al mismo tiempo esgrimir, en muchas circunstancias, un descarnado utilitarismo; proclamarse un observador marginal pero, a la vez, ejercer implacablemente el poder literario y aceptar las deferencias de las cortes políticas e intelectuales.

La voluntad de leer

En fin, son muchísimos los vestigios de la obra de Paz en la cultura mexicana que han sido insuficientemente discutidos. La camorra ideológica dificultó una ponderación equilibrada de Paz. Su aplastante prominencia intelectual, su temperamento beligerante y su poder real sin duda hacían sumamente costosa y pobremente retribuida la aventura de criticar su obra si no se pertenecía a otro grupo de poder. Por otro lado, sus adversarios pocas veces mostraron la generosidad y la objetividad para intentar una evaluación equilibrada de las aportaciones y deudas de Paz y muy a menudo se conformaron con las formas más viscerales de descalificación.

Por la naturaleza del conocimiento y del debate público actual, es imposible que algún otro autor pueda ejercer, como lo hizo Paz, una presencia tan amplia y polémica en tantos campos del saber o de la actividad pública. Sin embargo, faltan todavía muchas operaciones críticas para evaluar más adecuadamente el peso de Paz en la cultura mexicana, con todo su vigor, complejidad y contradicciones. La tarea de valorar una obra tan vasta y viva exige el concurso de variadas competencias académicas, requiere de nuevas generaciones de estudiosos pero, sobre todo, precisa la voluntad de volver a leer verdaderamente el legado artístico e intelectual de un autor que todavía está expuesto al vituperio o la condescendencia maquinales.